domingo, 21 de junio de 2015

Razones para romper un carnet

Gracias, como siempre, a El Roto.
Hace unos días tomé la decisión de abandonar mi condición de militante del Partido Socialista Obrero Español, lo hice tras bastantes meses de reflexión personal, de escucha de diversas opiniones, lectura de documentos y análisis de la realidad, y es que diecisiete años de carnet no son cualquier cosa y determinados pasos hay que saberlos dar con el convencimiento de hacer lo que se quiere y se piensa.
No me detendré aquí en las razones por las que decidí militar con 25 años en un partido de izquierda moderada en plena (ahora diría constante) crisis de identidad y con la losa de la oposición tras muchos años de gobierno. Sí quiero hacerlo en lo que me ha hecho irme de un lugar donde ya no estoy cómodo.
Los partidos políticos se han convertido en marcas donde los ideales pasan a un segundo plano porque lo que prima es conseguir votos, la tenaz cantinela de "ganar para transformar la realidad" se repite pero acaba obedeciendo más a la necesidad de ganar que a la de transformar. El PSOE es un ejemplo de ello: es una marca hecha para ganar elecciones (ahora ya no tantas), pero las ideas para transformar se acaban perdiendo en la indefinición constante. Eso no quiere decir que en su etapa de gobierno no haya realizado cosas realmente importantes, lo que ocurre es que  muchas de las medidas transformadoras que se han propuesto de forma constante se quedaron solo en promesas, siendo además algunas de las de mayor cariz ideológico de las de el (los) programa(s) electoral(es). Eso es no cumplir lo que se promete y abandonar los ideales, y yo me afilié por unos ideales.
Las elecciones a secretario general del pasado año dejaron muy claras algunas cuestiones centradas precisamente en la ideología. Los tres candidatos representaban diferentes sensibilidades: uno, el de menos impacto mediático, era el que difundía un conjunto de ideas más de izquierda con medidas para enderezar el rumbo ideológico perdido; otro candidato, el gran derrotado, era heredero del nosequé pero encantado de representar el espectro socialdemócrata del partido y, por último, el vencedor, claramente centrado en ideas vagas desde el punto de vista ideológico, pero con un recorrido cercano a la sensibilidad socioliberal. Su victoria sin paliativos dejó claro que la militancia aceptaba eso... o bien buena parte de ella se mostró muy permeable a los apoyos recibidos por el victorioso secretario general de los líderes regionales. Una de dos: o los militantes no son tan de izquierdas como dicen, o buena parte de ellos siguen los dedos del líder o "sublíderes". Creo, honestamente, que la militancia socialista no entiende lo que son las primarias (o elecciones internas), por eso no sabe digerirlas y así vive el partido en un círculo vicioso de tres fases: fase preprimarias- fase primarias-fase postprimarias, y el ciclo se retroalimenta constantemente. Es obvio que yo tampoco estoy preparado para eso.
En más de una ocasión he dicho que los partidos políticos son necesarios para la democracia, pero curiosamente son una de las instituciones menos democráticas del sistema. El PSOE se ha caracterizado en estos diecisiete años por proponer sistemas para transformarse internamente, sin embargo, con el paso del tiempo te das cuenta de que acaba siendo un barniz, más o menos acertado en su aplicación (salvo contadas excepciones), que solo sirve para intentar institucionalizar decisiones que no parten de la militancia, más bien son ideas de la propia clase dirigente. Las ya mencionadas primarias cuando interesa se hacen abiertas y cuando interesa se hacen cerradas, o directamente se hace lo posible por no celebrarlas; las agrupaciones, muchas de ellas, se han convertido en verdaderas franquicias, como si fueran restaurantes de comida rápida, en las que se aprende lo peor de la política: la vida del militante activo del PSOE deriva en buena medida a las cuitas internas, a perder el tiempo (para muchos es lo imprescindible) en colocar a unos o a otros, en aliarse con quien interesa porque me interesa. Y ahí es cuando te das cuenta del valor que tiene el partido como una agencia de colocación tanto para los cargos institucionales como para los puestos de trabajo de la estructura básica de cualquier organización política. Al final, es la propia clase dirigente la que cuando interesa coloca y descoloca lo que quiere, unas veces lo hace con sigilo y otras con mayor irrupción mediática. Pero revisas listas y puestos, y resulta que hay nombres y apellidos que se repiten, personas que tienen los derechos adquiridos y que no saben otra cosa más que vivir del cargo, del partido.
Y todo este panorama se acaba reflejando en el día a día: enfrentamiento entre líderes (la relación Sánchez-Díaz da vergüenza), en una verdadera estructura de arriba hacia abajo, en jugar y actuar en las instituciones pensando en lo que pasa dentro de la estructura de poder del partido y no en lo que demanda la ciudadanía, en proclamar ser de izquierda y acabar necesitando de los poderes económicos más liberales para intentar gobernar, en decir una cosa y la contraria, en seguir siendo infinitamente indefinidos, en ser vistos (y con mucha razón en bastantes casos) como cómplices de lo negativo del sistema tanto político como económico...
Dejo el partido, pero no a muchos de los que han sido mis compañeros y siguen siendo amigos, en ellos reconozco buena parte de lo que pienso, pero no lo que representa ahora la organización. Lo siento por ellos, porque su frustración la entiendo perfectamente. Y no quiero obviar la presencia de grandes personas en los puestos dirigentes, especialmente en las estructuras locales y municipales, no dudo de ellas, ni siquiera de muchas de sus políticas, pero el partido es más que todo eso. Ya no creo en el romanticismo de unas siglas o de un carnet. No descarto que el PSOE sea el próximo partido de gobierno, tiene un candidato que da a cámara y es guapete, capaz de comentar muchas cosas sin decir nada y de posar de forma patriótica junto a su esposa como un Obama "made in Spain". Nadie dirá que he dejado el barco cuando se estaba hundiendo. Al revés, en ocasiones pienso que algunos hemos sido un lastre para el eterno viaje al centro.