La afición por las tijeras que recorre el viejo continente hace que los escalofríos invadan a la gran mayoría de los que habitamos estas tierras, sin embargo, hemos estado escuchando con la persistencia de un martillo percutor la bondad de controlar el déficit, da la sensación que, de repente, nos hemos convertido en expertos en macroeconomía que hasta entendemos que la gran máquina estatal debe llevar los deberes bien hechos a los padres superiores, esos que manejan el cotarro de verdad en los despachos de los organismos que funcionan como las cámaras del dichoso Gran Hermano.
Lo del déficit es una gran mentira que hemos apuntalado desde la izquierda, como es una gran mentira afirmar que un estado debe funcionar como una casa y hay que aplicar eso de "no se puede gastar más de lo que se ingresa". Básicamente no es así porque los instrumentos económicos que tiene un país no son los mismos ni funcionan igual que los de una economía doméstica. Claro que la gente entiende mejor las frases cortas y casi indiscutibles que desde el liberalismo extremo mezclado con el conservadurismo político se vierten a modo de dogma.
Siempre quedará Forges |
Ahora vete tú a rebatir esas frases con argumentos engorrosos cuya finalidad es dejar claro que llevamos razón, eso sí después de que una gran parte del auditorio se haya largado a otros espacios más confortables. Y mucho menos van a entender esos argumentos si recuerdan aquello de "bajar los impuestos es de izquierdas", una de esas grandes cagadas históricas con la que nos hemos adornado en los últimos tiempos.
Si realmente un país fuera una casa, España sería una con gente en el paro o trabajo precario, en la que el futuro debería ser la formación y ponerse al día en las necesidades y posibilidades de quien quiere trabajar. Vamos que si nos ofrecieran un buen trabajo con la necesidad de saber inglés y tener un coche para desplazarse tendríamos muy claro que habría que pagarse una academia y comprarse un vehículo. Claro que si realmente fuera una casa eso sería imposible o casi imposible.
Pero un país es un país y tiene instrumentos distintos a los de una familia y puede invertir en formación (enseñanza), infraestructuras, servicios sociales, sanidad... para mejorar la calidad de vida, no solo la preparación, de sus ciudadanos y ciudadanas. Y como todo eso cuesta hay que utilizar el déficit como un recurso más. No se trata de acabar en la bancarrota, pero sí en gastar en cosas que son necesarias.
Hace unos años cuando todos los países tenían que hacer un esfuerzo económico para entrar en el dichoso Euro, la Unión Europea, en esa afición por controlar y uniformar utilizando lo artificial, obligó a que todo el mundo no superase el 3% de déficit. Hoy nuestra Constitución, secuestrada a golpe de orden berlinesa, habla de un 0,4. Vamos que hemos renunciado a aprender inglés y a tener nuevo coche.
Pagar impuestos es de izquierdas y es necesario, y todo el mundo tiene que pagar. Y es que tenemos que saber lo que valen las cosas porque si no las pagas no las valoras, entonces lo que hay que hacer es unir claramente lo que significa contribuir con los servicios que se reciben, y hacerlo sin complejos, y más ahora que van a escasear los servicios y van a subir los impuestos porque da la casualidad que Rajoy los sube después de haber estado diciendo que eso era una barbaridad. Claro que lo hace utilizando a su manera el elemento de la progresividad (en su caso diría que es regresividad) que es donde está la clave de la justicia fiscal y a la que la izquierda debería agarrarse como suya propia.
Cuando la izquierda hace cosas de derecha (vease el apoyo socialista a las SICAV o algunas medidas fiscales) acaba perdiendo credibilidad puesto que, al final, entre la copia y el original se prefiere el original. Ahora la derecha sube impuestos que no va con ella... aunque de paso ha limitado los sueldos a los directivos de empresas públicas ¿era tan difícil que esto se le ocurriera a otros?. Ya nos vale.