lunes, 16 de abril de 2012

Normalidad y anormalidad monárquicas


Montaje que plantea el fin de la Monarquía. Al menos deberían preguntarnos.

La monarquía española ha pasado de estar protegida por los medios de comunicación a convertirse en diana de críticas por parte de algunos de ellos. Incluso los más afines hablan de mejorar la transparencia, lo que quiere decir que entienden que no existe. Vamos que los Borbones que con la Transición aceptaron la Monarquía Parlamentaria sin tapujos pero que recibieron el regalo del silencio por responsabilidad, han visto casi definitivamente perder el privilegio de no tener plumas que pongan en entredicho su papel intocable.
Lo del accidente en Botswana ha sido una gota que colmaba un vaso repleto de situaciones extrañas, en ocasiones simplemente chocantes, en la vida de la Familia Real. Rumores sospechosos sobre vida privada del monarca fueron normales ya desde los 80, yo recuerdo los comentarios sobre sus posibles líos con actrices o periodistas, obviamente a nadie le debería importar si fueran verdad, pero tratándose del Rey y de una institución tan tradicional el simple rumor ya es una anormalidad. Claro que son legión los hombres de posibles, con familia e hijos, y de estrategias conservadoras que tienen queridas con las que matan la monotonía sexual de sus vidas. Por lo tanto, si esos rumores fueran verdad estarían dentro de la normalidad sociológica.
Lo de las bodas reales y sus consecuencias también tiene su aquel. El espíritu abierto de los españoles siempre afirmará que lo mejor es que uno sea feliz independientemente de la procedencia de la pareja con la que unes tu vida, y aunque Letizia tenga un pasado con el divorcio de su profesor y primer esposo, una ambición bastante importante y puede que algún cuadro enseñando las domingas, mientras Felipe sea feliz no debe ocurrir nada. Vamos que lo que es una anormalidad en la institución es una normalidad sentimental.
La mayor se casó y se divorció de un señor estrafalario y de rancio, sobre todo rancio, abolengo. Los diretes populares se cebaron con el duque tras el incidente que le ocasionó una parálisis parcial del cuerpo, algunos no achacaban el mal a un simple acto de esfuerzo en el gimnasio y hacían hincapié en otras actividades más oscuras de un ejecutivo montado en el “dollar” y con estética del gusto más rebuscado del barrio de Salamanca. Lo que podía ser una normalidad en el tiempo libre de quien forma parte de una determinada clase social y otra normalidad del fin de una pareja eran anormalidades en el espíritu de una familia bien.
La mediana se casó con un jugador de balomnano del Barça e hijo de simpatizantes del Partido Nacionalista Vasco, hasta ahí simplemente un ejemplo de bodorrio autonómico mezclado con el braguetazo del siglo. Claro que cuando se conocen sus actividades financieras y sus posibles actos de corrupción, y su presencia en los juzgados y que pasó de las órdenes del suegro… nos encontramos con algo repleto de normalidad en la España de los chorizos pero totalmente anormal en una institución del estado a la que se le exige transparencia.
Y podríamos seguir con ejemplos y de ellos podríamos sacar diversas conclusiones: lo que los componentes de la familia borbónica en España hacen con su vida es totalmente normal en gente de su nivel económico, social o en el contexto de la sociedad en la que viven, pero esa normalidad no es igual para quien tiene altas responsabilidades, es visto con lupa (porque la prensa ya no oculta lo que antes ocultaba) y quien debe ganarse con el ejemplo vital intachable al personal que le paga. Y todo el mundo tiene que entenderlo, no se trata de pedir República porque sí, se trata de coherencia con el mundo en el que se vive y esa coherencia no son solo las normalidades de la vida del día a día como si fuera un cualquiera, esa coherencia se rompe con cualquiera de las anormalidades que cada día hemos visto en quien “reina pero no gobierna” y los suyos.
Es posible que una monarquía sea más barata que muchas de las repúblicas posibles (gastos de la Presidencia del Estado, convocatoria de elecciones,…) pero no se trata del valor económico, se trata de la normalidad democrática y de la confianza de la ciudadanía quien, por cierto, es y debe ser autónoma para decidir cómo quiere que sea gobernada (no vale acudir al referéndum constitucional porque todo el mundo es consciente de cómo estaba España hace 34 años). Y esto mismo deberían entender los responsables políticos que defienden la monarquía recurriendo a la historia ficción y los que callan a sabiendas que los que les votan se plantean cada día que no es normal tanta anormalidad.

sábado, 14 de abril de 2012

La II República y la memoria de elefante

Miramos hacia atrás y nos encontramos hace 81 años con una España ilusionada a causa del cambio de régimen y con otra con la sensación de que entre sus dedos se escapaban los privilegios universales de los que había disfrutado durante la historia patria. El país afrontaba la segunda etapa republicana con diversos problemas abiertos que eran, en realidad, campos de batalla ideológica entre el mundo del conservadurismo privilegiado y el del crisol de grupos con planteamientos progresistas. De entre el "primer mundo" destacaban de forma sibilina el ejército, la iglesia y los grandes terratenientes. De entre los segundos un amplio abanico con estrategias, en ocasiones, tan diferentes que hasta podrían ser enemigas.
Formas perdidas. Genial Máximo.
La República hizo un esfuerzo por modernizar el país tanto en la mentalidad como en la realidad con legislación moderna y acorde con las grandes transformaciones como una excelente constitución, con una apuesta potente por la enseñanza pública, con la separación Iglesia-Estado, con la modernización de la estructura del ejército, con la respuesta a las sensibilidades nacionales dentro del Estado, con una reforma agraria que intentaba potenciar la producción agraria y eliminar la pobreza rural estructural a partir del reparto de tierra. Hubo más cosas que junto a las expuestas hicieron que aquel mundo privilegiado se opusiera con frontalidad desde el primer momento, esa oposición y las diferencias internas de los grupos republicanos, con algún error añadido, hicieron que algunas medidas quedaran a medias. Además no podemos dejar de lado el contexto económico y político internacional, en el que la crisis de 1929 y sus efectos iban a provocar una polarización en el viejo continente con las terribles consecuencias que todos conocemos.
A la República no la querían dejar triunfar, por eso sus máximos enemigos no la dejaron respirar y no hicieron ningún esfuerzo para evitar el enfrentamiento que ellos mismos provocaron. La guerra fue el efecto de un golpe de estado en toda regla que acabó con un régimen legítimo y puso en marcha uno dictatorial.
Hoy en día, algunos siguen con los efectos de la mala imagen que el Franquismo dio a la época republicana y del poco afortunado revisionismo histórico que ha tratado de justificar a la derecha actual su historia manchada de sangre durante la Guerra Civil y la dictadura. Incluso hay quien intenta poner, por ejemplo, a la bandera rojigualda del águila a la misma altura de la tricolor, digamos que no son capaces de entender que son dos símbolos distintos en su esencia: la primera es la bandera de quien asalta al poder democrático, la segunda es la del poder democrático. No se pueden ver igual. Parte de esta dificultad de entender la diferencia que hace que haya quien rehuya el tema, e intente igualar a unos con otros, se encuentra también en la mitología existente sobre la Transición española, obra de evidente ingeniería política pero de ocultadora visión histórica, en la que a base de reafirmar las necesidades del presente para abrir el futuro se echó de lado a la memoria, encontrándonos hoy en encrucijadas que deberán resolverse si queremos crecer como país.
De la II República debemos decir que fue una etapa en la que nuestro país empezó a tomar el pulso al siglo XX, pero que el propio devenir trágico de España y del propio siglo hicieron que se frustrara. De la III República debemos entender que será siempre y cuando tengamos necesidad de una nueva ilusión para el futuro y una memoria de elefante para el pasado. Supongo que esa es la razón por la que al actual monarca le gustan tanto las cacerías de paquidermos.

jueves, 12 de abril de 2012

Don Mariano, uno de los suyos

RAPjoy, por Farrugo
Don Mariano se las prometía muy felices, todo consistía en obstruir al máximo la acción del anterior gobierno y aprovecharse de sus errores y debilidades, incluso de cierto camino ya recorrido que tal vez nunca debimos patearlo con un gobierno socialista. Don Mariano iba muy contento entonces, solo le bastaba con esperar el batacazo de quien sabía que las decisiones iban a alejarle de la masa social que antes había confiado en él, la que vio en ellas una traición. Es lo que tiene la eterna lucha entre los ideales y la responsabilidad. Posiblemente muchos hubieran hecho otra cosa. Pero, mientras, don Mariano sonreía entre puro y puro, y hablaba de la confianza como si fuera la palabra mágica. Pensaba que él, un hombre de derechas de toda la vida, conservador en las formas y liberal para lo que le interesa no iba a tener problemas en ser visto por la Europa de los mercados, los bancos y la especulación como uno de los suyos. Don Mariano pensaba que con eso iba a valer, que usaría la crisis para cambiar un modelo que pensaba algo, tal vez no lo suficiente, en los ciudadanos a través de unos servicios sociales aceptables, sanidad y educación públicas, y derechos civiles dentro de "la media comunitaria". Y creía que era fácil: una pequeña tanda de recortes y unos presupuestos dolorosos para que los de aquí entendieran que la cosa estaba complicada y que había que hacer sacrificios de magnitud extrema porque el "otro" no había hecho bien los deberes, y que para los de allá suponían un mensaje de tranquilidad; nunca de rendición porque Rajoy siempre ha creído que seguía siendo uno de los suyos.
Sin embargo, se la jugaron y le dijeron que no bastaba, y con más miedo que vergüenza sacó el hacha de talar sociedades y sentido común, ordenó a sus ministros tocar con violencia las dos únicas patas aún medio sanas que nos quedaban, y corría y corría don Mariano para no dar explicaciones a nadie, posiblemente porque ni él mismo las conocía. Y la prima seguía por encima de los 400 y esos que son los suyos hablan de intervención, entonces don Mariano queda atrapado en su propia mentira como candidato a ser el máximo gobernante. Tal vez le importe por el orgullo personal, no tanto por el orgullo ideológico. Al fin y al cabo los suyos, tal y como está el asunto y si no lo evitamos, o ganan o ganan. 
Don Mariano podrá preocuparse mucho ahora, incluso dirá que sus neuronas ya peinan canas de tanto pensar, pero sabe que su plan está en marcha: hacer que lo que nos quedaba a todos como gestión de todos pase a formar parte de lo que gestionan unos pocos, esos que piensan con la billetera, esos que también son de los suyos. El plan está trazado. Lo que ocurre es que los mercados, los especuladores malnacidos, quieren más, y don Mariano ha entendido que si tienen que pasar por encima de él, uno de los suyos, pasarán también. Y su reconocimiento internacional, el que soñaba fumando puros, se irá al garete. La victoria de los suyos la tendrá igual ¿les vamos a dejar?

martes, 3 de abril de 2012

Desmemoria Histérica

Un grafitti respnde a Alberti. Foto de Enrique González encontrada en http://objetivomalaga.diariosur.es   
Desde que salió a la luz la Ley de Memoria Histórica la derecha política, sociológica y mediática sacó su hacha de guerra contra todo lo que oliera a recuerdo de los crímenes y represalias durante la época de la dictadura. Su lección bien aprendida y que repiten sin parar es que lo pasado pasado está, y que no se puede remover porque hay que pensar en el futuro. Lo hacen con un convencimiento tal que da hasta grima escucharles, puesto que ocultan el papel de la historia como cimiento sobre el que se construye el futuro. Claro, hablamos de la historia que no les favorece ya que muchos de los que hoy encabezan esa derecha son los hijos y nietos de los protagonistas de la represión.
Cuando el anterior gobierno puso en marcha la ley, que si pecaba de algo era de ser políticamente correcta y evitaba pisar algunos terrenos molestos, se inició la campaña de la Antimemoria Histérica que ahora con el gobierno casi total del Partido Popular ha llegado a extremos realmente inexplicables y que generan sonrojo a los que conformamos esta sociedad. Resulta que en un pueblo de Almería han decidido quitar el nombre de Rafael Alberti a su teatro municipal y el señor concejal de ¿cultura? de la localidad dice que ese nombre no aporta nada al pueblo, intuyo que el edil desconocerá el valor del Premio Nacional de Poesía de 1925 lo cual es grave tratándose del encargado de velar por la ¿cultura? de su pueblo, pero lo es más por atreverse a hablar del tema con la soltura que lo hace, casi queriendo demostrar al viento su terrible incultura.
No es el primer caso, el alcalde de Sevilla retira el nombre de Pilar Bardem de una calle, obviamente lo hace porque es roja y en nada tiene en cuenta su valor como actriz, seguro que si fuera Norma Duval al señor alcalde no se le ocurriría tal medida y soñaría con las piernas de la vedette como emblema del papel de la cultura. Pero la represalia ha llegado en otras poblaciones a nombres como Miguel Hernández, Pablo Neruda o Enrique Tierno Galván. El primero supongo que por ser pobre y morir en la cárcel nada más acabar la guerra, el segundo por ser Premio Nobel y comunista, y el tercero porque fue socialista y autor del preámbulo de la  actual Constitución Española.
Mucho tiempo tuvo que esperar Rafael Alberti para que pusieran su nombre a un teatro, justo el que duró la dictadura. Ahora han tenido que volver los herederos directos del franquismo para desmemoriar otra vez a la infecta España que han transformado los rojos.

lunes, 2 de abril de 2012

Somos números

Solo somos números. Aunque haya algún número más número que otros.
Llegará un momento en el que quien quiera ser padre o madre se habrá quitado un problema de encima, me refiero a ese de poner nombre al recién nacido. Valdrá con ponerle un número, incluso podría valer el del DNI y listo. "Mi hijo es el cincuentaycuatromillonesdoscientosdocemilcientotrece" dirá el padre cuando tenga que apuntar a su vástago en el colegio, privado por supuesto. Y eso que puede ser futuro no está muy lejos de la realidad, y sino que se lo digan a los trabajadores de Unilever en Aranjuez a los que la multinacional de detergentes y suavizantes los ha tratado como verdaderos números, sin pensar en su alma y sus familias. 
Las sociedades que llaman occidentales se han construido a partir del liberalismo político y el capitalismo económico, solamente el pacto entre la democracia cristiana y la socialdemocracia europea hizo que durante unas décadas hubiera una paz social basada en un sistema económico tendente a lo mixto que unos interpretan como el sueño del estado del bienestar y otros como el adormecimiento de las clases bajas a costa de mantener el dominio de las clases dominantes. Obviamente todo forma parte del liberalismo aunque sea mezclándose con el revisionismo marxista de Berstein. Y ese liberalismo valora el papel de la persona como individuo, como también lo hace, siempre desde otra óptica, una de las corrientes del anarquismo. Pero hablo de la persona, y se entiende que de ella hay que extraer y respetar sus opiniones y sus necesidades, así como defender sus derechos individuales a través de un estado de derecho en el que todos sean iguales ante la ley. Esta es pura doctrina liberal.
Pues bien, esa doctrina se ha roto como también se rompió el pacto entre la democracia cristiana y la socialdemocracia, ya no podían mirar al otro lado del muro. El liberalismo en realidad ya no existe, porque los regímenes políticos que se dicen liberales ya no hacen que todos sean iguales ante la ley, ni respetan al individuo ni practican la defensa del estado de derecho. El Estado sirve para poner en las manos de los que más tienen los mecanismos para olvidar a los individuos, para dejar de tratarlos como personas y tratarlos como verdaderos números que generan sumas y restas: "Mi hijo es el cincuentaycuatromillonesdoscientosdocemilcientotrece", por eso se está tan interesado en salvar a los grandes defraudadores (no hay más que ver la amnistía fiscal puesta en marcha por el gobierno actual) porque ellos son diferentes, son los más ricos y por lo tanto no merecen ser tratados como números. El resto sí: una gran empresa cuyos miembros del consejo de administración podrían ser amnistiados, puede jugar con sus trabajadores con una frialdad extrema y hablar de ellos como si fueran kilos de materia prima o kilowatios de electricidad, o pueden echar una bonoloto haciendo combinaciones con sus "curritos-números" a través de un ERE. 
Y luego está lo de no respetar el estado de derecho: dentro de la Unión Europea se reconoce que se han saltado todos los límites democráticos (y eso que no había mucho) en la toma de decisiones por eso, ya puesto a saltarse límites, Rajoy ha decidido explicar los presupestos antes a los enviados de Merkel que a los propios parlamentarios. Es cuestión de números (y numeritos).